DE TODO UN POCO...María Teresa Espejo Ocaña.
Debido a la desgracia que está sufriendo
nuestro país desde el IES San Felipe Neri como alumna quiero ser
solidaria con nuestros mayores, ya que ellos son los más vulnerables y tienen
más riesgo de padecer las terribles consecuencias del COVID-19, por eso tenemos
que ayudarlos quedándonos en casa y llamarlos todos los días para que no se
sientan solos y abandonados y sobrelleven esta situación de aislamiento.
Hoy martes a las 10 de la mañana, después de desayunar y ver la triste
noticia de que cada día hay más personas mayores que fallecen debido a este
virus, decido llamar a mis abuelos para saber de primera mano cómo llevan esta
situación y le trasmito mi profunda tristeza de no verlos a diario; ya que a
veces valoramos lo que tenemos cuando los perdemos. Las cosas más cotidianas y
emotivos recuerdos con ellos parecen que con este gran problema están cada vez
más lejos.
Cuando los llamo, mi abuela coge
el teléfono, y le pregunto que como está, ya que llevo más de 1 semana sin
verla. Tras hablar un rato con ella, llegamos al punto de que me entra una gran
curiosidad por saber cómo era la naturaleza cuándo era pequeña. En ese momento,
mi abuela, nostálgica, me contestó que
allá por 1959, cuando ella tenía 9 años sus paseos por el campo y sus juegos
eran con los vecinos y amigos de la calle que jugaban a esconderse detrás de
los árboles y no se alejaban mucho del pueblo; porque la mayoría de las veces
sus padres estaban allí trabajando sembrando en el huerto.
Existían tierras llamadas calmas, que se dedicaban a la ``simienza
anual´´, es decir, en estas tierras se sembraban distintos tipos de cereales y
legumbres según la época del año: garbanzos, habas, ajos, trigo, cebada, etc.
En fincas grandes llamadas cortijos, se trasladaba toda la familia en la época
de la aceituna. Así, cuando llegaba la primavera, y principios de verano,
además del mar de olivos que ocupaban y ocupan la mayor parte de la naturaleza,
todo se llenaba de color, con los sembrados y las florecillas silvestres:
jaramagos, amapolas, etc. Al no haber tanta industria y coches, la atmósfera
era más limpia y el aire más puro. Algunas de las simientes sembradas se
recogían para hacer infusiones, como la manzanilla, romero, tomillo, hinojo, etc.,
que se usaban para curar las distintas dolencias.
También se veían por el campo pastores que recogían las cabras de casa
en casa para sacarlas a pastar y luego las devolvían por la noche, para los
dueños la ordeñaran. Otra época importante era la matanza, que se solía hacer
antes de empezar la aceituna, entorno al Día de los Santos; esta tradición
servía para que todas las familias preparasen jamones y chacinas para gran
parte del año, era una tradición familiar, puesto que se iba pasando de casa en
casa de los familiares para ayudarles en este cometido y era una fiesta
continua durante una o varias semanas según fuera la familia.
Se hacían conservas de todas las frutas y verduras de temporada que se
cosechaban en los huertos familiares, por ejemplo, tomates, pimientos asados,
berenjenas en vinagre, melocotones, cerezas, etc.; esto servía para aprovechar
lo que no se podía consumir recién cogido, y servía para llenar la despensa
para todo el año.
Además se veían muchos pájaros, perdices, conejos, gallinas… que vivían
en los corrales de las casas, estos eran para autoabastecimiento o venta a los
vecinos.
Los caminos que conducían al campo, se convertían en un hervidero de
agricultores con sus animales de trabajo y sus aperos.
Unos de los refranes que recuerda es: ``al burro que no conozcas, no le
toques las orejas´´.
Como remedio natural para rebajar las inflamaciones se usaba aceite con
romero.
Una vez que hablé con mi abuela materna, decidí llamar a mis abuelos paternos y conocer cómo
eran las calles cuando ellos eran pequeños; así que le pregunté y ellos me
contaron que eran calles estrechas, empedradas y en las que todos los vecinos
estaban en continuo contacto. Como no había tráfico de vehículos era muy usual
que en el verano se salieran a las puertas a charlar y contarse historias y
experiencias; también era habitual el tránsito de vecinos con sus burros o
mulos para ir a trabajar al campo.
En esa época, en la que la vida se desarrollaba en el casco histórico,
las principales plazas eran las de ``La plaza de la Constitución´´ y ``La Plaza
de la Fuente Nueva´´, que se comunicaban a través de la calle ``Campiña´´ y la calle ``Real´´ donde se encontraban los
principales comercios, así mismo era de importancia la calle ``Albollón o
Dolores Torres´´ donde se encontraban numerosas casas señoriales y la famosa
Escuela de Artes y Oficios San Felipe Neri.
Como he dicho anteriormente en la ``Calle Campiña´ ´y la ``Calle Real´´
se encontraban los principales comercios de alimentación; como eran ``La tienda
de Rafaela la de las biscotelas´´, ``Moriana´´ en la plaza de abastos, ``los
madrileños´´, ``La carnicería de Galindo´´, etc. Textiles, como ``la ciudad de
Martos´´, ``los torres´´, ``mercería Paco Burgos´´, ``Manolito Martínez´´ y
``Los Gorditos´´. Ferreterías como ``Diego Moya´´, ``Ricardo el de la llave´´ y
``los Churripas´´. Y tiendas varias `` La droguería de tercerola´´, el
``Estanco´´, ``juguetería de la Calle Real´´ y ``Mati la de los cuadros´´.
En aquella época había tiendas en las que se facilitaba la venta a
través de unos vales que se pagaban mensuales o semanales como eran la tienda
de ``Mati la de los cuadros´´, ``Amador el del vale´´, etc.
Normalmente se paseaba por las plazas del pueblo y por el paseo que hoy
se corresponde con la ``Avda. de Europa´´; la feria se celebraba en la antigua
harinera, lo que actualmente son ``Los Arrayanes´´.
Las principales calles que han cambiado de nombre son las que tenían nombres
de generales de la guerra y por la ley de memoria histórica cambiaron
recientemente su nombre. Anterior a esto, hubo ciertas calles que aunque
cambiaron de nombre aún se siguen conociendo por el antiguo; como la ``Calle
San Sebastián´´, anteriormente ``Calle Pilarejo´´.
Esta actividad me resulta muy interesante, porque me ha servido de
aprender parte de la historia de mi pueblo y de forma de vida de mis mayores,
temas que habitualmente no llaman nuestra atención, puesto que tenemos
demasiados medios tecnológicos que nos atraen más. He comprobado que se aferraban al teléfono
para contarme cosas porque se encontraban demasiado solos y aburridos sin el
incordio de los nietos. Esta experiencia ha causado que se despierte en mi
inquietud por conocer la infancia de mis
abuelos.
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